viernes, 26 de noviembre de 2010

Catamarán


El lunes pasado, en el Paseo de la Barra, tuvimos una mañana con sol y algo de viento. A los que están sentados frente al mar el reflejo luminoso del agua les hace imaginar que están en un balneario. Será por la sensación relajante que se respira que las conversaciones son intrascendentes, amables, y el paladar agradece lo que se va catando, que suele ser bueno.


Antonio -le vemos en la foto que le hicimos en septiembre-, colaborador muy destacado y al que el Paseo de La Barra se le queda pequeño, está siempre pendiente de todo lo que flota en el mar y siempre me alerta de cualquier novedad.


Se fija en los barcos pero también está atento a otras cuestiones. He descubierto que ha cambiado de coche, y -supongo yo- como no se ha podido comprar un yate, se ha agenciado un Ford Kuga, que ¡tampoco está mal!.


Hoy por ejemplo, me ha advertido de la existencia del barco que ya se ve en la primera foto, y, aunque solo sea por atender su aviso, y como tampoco estamos agobiados, he cumplido disparando la cámara. De estribor,



y de popa. El caso es que en lo que parece el salón, se adivinan unas lucecitas en el techo, como si de una lámpara de cristal se tratara, lo cual es poco probable.

La curiosidad me ha hecho rebuscar, y, de la lámpara no he visto nada, pero he descubierto, o eso creo, algunos detalles curiosos. En la parte izquierda se lee "SEA ANEMONE Bonn", lo que me ha permitido descubrir que este modelo de barco es el LAGOON 5OO, y existen diferentes empresas que lo alquilan.


En la foto de HAPPY CHARTER, descubrimos la utilidad de estos flotadores, que convierten el mar en una piscina.

Yo seguro que no. Iba a decir que en las próximas vacaciones Antonio es capaz de alquilar uno, pero, claro, si tiene el Kuga recién estrenado, preferirá hacer kilómetros, mejor que millas.
  
 
Calamares de potera en su tinta, tomate raf con queso blanco y anchoa de salmuera, con el Jean Leonn petit chardonnay recién descubierto, recompensan nuestra abstención marinera,



y aprovechamos para devolver el saludo a


Gregorio y Diego, expertos pescadores de frutos del mar, Amigos de La Tana de antiguo, que con su barco NUEVO SALVADOR, cumplen  a diario su labor de intentar abastecer de buenas capturas al mercado local. Eso sí, respetando siempre tamaños, tipos y modelos de redes...


Al repasar la revista del Círculo de Lectores, he visto el libro, Dulces y pasteles, y, antes de pedirlo y después de consultar mi lista, he descubierto otro título, Pasión por el chocolate, de la misma autora, Trish Deseine, y, al hojearlo, me sorprende una receta que me ha  gustado.

Recordando la Tarta de chocolate de nuestro artista, de la que la semana pasada no quiso darnos la receta, se me ha ocurrido copiar ésta, que, al menos en la foto, dan ganas de hincarle la cuchara.
  


TARTA SACHER (O CASI)

iLa reina de las tartas de chocolate! La auténtica tarta Sacher encierra una fina capa de colada de albaricoque oculta bajo un glaseado negro irreprochable que lleva la palabra «Sacher» escrita con chocolate con leche ... Por desgracia, estas dos últimas etapas las encuentro un poco superfluas. Además, siempre he creído que los albaricoques resultaban un poco extraños aliados de una genovesa generosa y muy rica. Los puristas tal vez se escandalizarán, lloverán las censuras y el señor Sacher se revolverá en su tumba, pero he aquí una versión de este postre que funciona bien, con proporciones y  asociaciones remodeladas.

Ingredientes para 6 personas
20 minutos de preparación
30 minutos de cocción
Dejar enfriar 1 hora
6 aros de 6 cm de diámetro o 1 molde de muffins  (procure que sea un molde flexible)
4 boles
1 cacerola
120 g de chocolate
75 g de mantequilla a punto de pomada
55 g de azúcar
4 huevos de los que se habrán separado las
claras de las yemas
55 g de harina
Para la salsa de albaricoques
3 cucharadas soperas de confitura de
albaricoque
el zumo de un limón
10 albaricoques secos, cortados en daditos
Para el glaseado
100 g de chocolate negro
50 g de mantequilla
2 cucharadas soperas de agua

Elaboración
Calentar el horno a 180°C.
Fundir el chocolate en el microondas o al baño María.
Batir la mantequilla con el azúcar hasta que la mezcla blanquee y se vuelva espumosa.
Añadir las yemas una a una, batiendo cada vez.
Añadir el chocolate fundido, mezclar bien y después incorporar la harina.
Batir las claras a punto de nieve e incorporarlas a la mezcla de chocolate (en tres tandas, para evitar que las claras montadas decaigan).
Verter la mezcla en los moldes y hornear de 20 a 25 minutos, hasta que los pasteles estén bien hinchados: si se hunde un cuchillo en el centro del pastel, éste debería salir casi limpio.
Retirar del horno y dejar enfriar sobre una rejilla antes de sacar del molde; a continuación, dejar enfriar por completo.
Calentar la confitura con el zumo de limón, los trozos de albaricoque y un poco de agua.
Dejar escalfar unos 5 minutos; los albaricoques deben quedar blandos. Dejar enfriar. Si la salsa está demasiado espesa, añadir un poco de agua.
Realizar el glaseado calentando el chocolate, la mantequilla y el agua en el microondas o al baño María.
Cortar los pasteles en dos y colocar una mitad en cada plato individual. Verter una cucharada de salsa de albaricoque, recubrir con la segunda mitad y después verter un poco de glaseado. Se puede servir de inmediato o esperar a que el glaseado se
haya endurecido.


  
Los visitantes del Paseo de La Barra, elegirán, si les apetece, un tocino de cielo típico de la zona, tarta de turrón de Gijona -riquísima- o quizá nuestra tarta de chocolate de tres colores, pero, para la Tarta Sacher (o casi), todavía no es momento. Tendremos que esperar la visita de Trish Deseine, o en su defecto, y si nuestro artista se anima, habrá que iniciar las prácticas y ensayos que nos conviertan en realidad la foto de Marie-Pierre Morel.

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