viernes, 21 de enero de 2011

Soñando en el Paseo de La Barra



Amigos de La Tana, el Paseo de la Barra, está como la foto. Se apoya en los reflejos, en el recuerdo, apurando el detalle, en la imaginación, en el ensueño, fijando la vista en el mar y en la suave ondulación del azul, intentando leer en el agua.


Y al parecer esto es lo que ha conseguido Antonio, nuestro colega, alias Pitu, cabeza -y cuerpo- visible de La Tana.


Ha visto pasar el barco del pescador amigo que, por algún motivo, tiró al agua un pescado -rascasa, gallineta-, y las gaviotas, siempre atentas, con mucha discreción, se han aproximado y, a la vista de la presa, después de asegurarse de que el área estaba controlada, han iniciado el despiece de su descubrimiento.
                                                                             

Todo esto ha sabido ver Antonio, y más, pues nos contaba admirado y sorprendido toda la maniobra de las dos aves. Desde la lenta aproximación de una de ellas, hasta situarse en posición, y, advertir seguidamente a la otra, para, juntas, iniciar su cometido.


La semana trascurre sin grandes altibajos, y enero -a pesar de la cuesta-, está ya apuntando hacia abajo, hacia el final.


Ver la paella y acordarme de Viena, ha sido todo uno. Hoy ya va por el "arroz con bacalao", pero el otra día, ví su "arroz con verduras", y, por si acaso, me apunté la receta.


Siempre intento no perder de vista los barcos que nos visitan.


Esto es motivo de que Antonio y yo, comentemos el tema naval en ocasiones. Justo ayer, aprovechando la etérea actuación de las gaviotas y del pequeño barco del pescador amigo, quiso recordar su época de navegante y sus experiencias marítimas, sabedor de que yo, que del Paseo de la Barra no me muevo, apreciaría el relato.

Una de las mejores experiencias que se viven en el mar, según nos cuenta, puede ser, por ejemplo, a bordo de un gran barco, navegando por el Atlántico, rumbo al sur, aguas tranquilas, de noche, en popa, contemplando el cielo estrellado, mecido por el ruido de los motores...

No se Antonio, pero yo, seguro que vería también objetos volantes no identificados. O me los imaginaría...
  

Ya animado por las historias de Antonio, y como los barcos en diciembre no abundan, me fui a por ellos.

Cargué la bolsa con las cámaras y me dirigí en su búsqueda. Casi una hora estuve tomando fotos, desde todos los ángulos, distancias y posiciones, y, ya fatigado, me iba a retirar, cuando se me ocurrió echar un vistazo a las fotos. No me preocupaba mucho el resultado. Había hecho tantas, que alguna estaría bien.


¡Sorpresa!
NO HAY TARJETA DE MEMORIA
No había ninguna foto. Se me olvidó que había retirado la tarjeta y la llevaba en la cartera. 


Ya con la cámara al completo, tomamos esta imagen para que la sesión de barcos contara con al menos una vista, que nos permita soñar e imaginar que un día navegaremos.
  

Amigos de La Tana, nos queda una semana para que el equipo tome su descanso y se dediquen a viajar y explorar por tierra y por mar. Javier ya está preparando su próxima selección de visitas gastronómicas de la que, confiamos, nos hará partícipes.

7 comentarios:

  1. Ees un encanto Sebastián,relatando las visitas de los barcos,aún sin memoria en la cámara(antes carrete)
    las aventuras de las gaviotas y las rascasas(un día nos explicas esto de las rascasas y gallinas)¿Vale?..
    Visité a Viena y qué maravilla de recetas y que envidia de tiempo el que tienen nuestros vecinos de ventanas...
    Sebastián,todos los viernes espero tu entrada fotografiada y relatada en el Paseo de la Barra.
    Besicos

    P.D.
    Ya que me visitas, dejate ver tus comentarios serán bienvenidos.

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  2. Amiga Mari Carmen:
    Te agradezco sinceramente tus amables palabras.
    Tengo un blog – Frutos del Mar - y hace ya algún tiempo comenté algo sobre las gallinetas, que también se las señala como rascasa , además de un sinfín de nombres diferentes.
    Viena es un personaje extraordinario que me tiene cautivado por sus cualidades personales según descubrimos en su blog.
    Un saludo,
    Sebastián Damunt

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  3. Blog dentro de blog, enmascarado en una foto que hace de cerradura abrepuertas y nos lleva a ese mundillo que tan bien conoces.
    Un goce para todos acompañarte en ese paseo al borde del mar.

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  4. Amiga Rosa:
    El Paseo de la Barra es un lugar estupendo para sentarse a contemplar el mar.
    Tenemos un amigo, Antonio Capel, que me pedía el wifi en la terraza, para poder escribir. No me lo tomaba muy en serio. Además, el wifi tiene poco alcance y prácticamente no llegaba hasta la orilla del mar. ¡Pero vaya si escribió!
    Ya va por la segunda edición, "La rumba que llegó del frío" . Bonita e interesante novela que usa el Paseo de la Barra, casi como protagonista del relato.
    De momento, estoy a la espera de recibir, "Buceadores", novela que seguro me va a encantar, y, si no aparece Cabo de Palos en el texto, seguro que las aguas son del mismo mar.
    Un saludo,
    Sebastián Damunt

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  5. Querido Sebastián: No sé por donde empezar. Tus relatos del día a día en ese mágico lugar que es el Paseo de la Barra, me parecen un cuaderno de bitácora que abraza a quien lo lee. ¡Qué maravilla de sensibilidad y qué apacible me resulta siempre su lectura!
    Me habría gustado estar ahí, contigo y con Pitu charlando de barcos, gaviotas y mares. Totalmente de acuerdo que de noche, es la mejor experiencia en el mar, en mi caso desde proa siguiendo la estela de la luna y no en un barco tan grande, pero a cambio, manejando yo misma otro mucho más pequeño.
    Gracias por la mención a mis arroces, ya va por el tercero y habrá más. Gracias también por presentarme a Cabopá a quien me hizo muchísima ilusión recibir en mi espacio, tengo la íntima sensación de que una pandillita muy afín se anda reuniendo por estos ciberlugares.
    Sebastián, el placer de leerte es tanto y tan grande, que solo se me ocurre agradecerte. Escribes ratos bellos. No dejes nunca de escribirlos.
    Un abrazo.

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  6. Amiga Viena:

    No me sorprende que te entretenga repasar estas entradas. Estoy seguro que Sabores de Viena -acabo de pasar por tu blog- te mantiene en acción muy largos ratos y, aunque sé que te encanta esta fatiga, también es cierto que, de cuando en cuando, gusta refrescar.

    Esperamos tu visita, que ya será a partir de marzo, pues cerramos en febrero. Por lo que cuentas, adivino que serías capaz de hacerlo a bordo de tu nave, sin miedo a tormentas ni a vientos. No lo hagas, cuando menos en esta época, pues la gastronomía y las olas no se maridan bien, o eso es lo que me parece.

    En mi juventud vivía frente al mar, en el Maresme, y recuerdo que alquilaba un patín en el que se navega de pie y se maneja con un remo y hacía verdaderas cabriolas con las olas. Pero ahora, no me atrevo ni a cruzar la calle como quien dice, y los temores se me hacen extensibles a los amigos.

    Un saludo,
    Sebastián Damunt

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  7. ¡No Sebastián! ¡Claro que no! De aquello de navegar, hace ya algunos años, la aventura ahora, pasa por tierra, que tampoco es poca cosa. Eso sí, el mar lo siento cerca y dentro, así que no puedo estar demasiado tiempo sin él.
    Espero que paséis unas vacaciones estupendas y relajadas y que al regreso, como siempre, nos llenes con tus relatos y tus fotografías maravillosas.
    Yo creo Sebastián, que cada época tiene lo suyo y hay que disfrutar de cada momento vital. Tan extraño es serenarse de adolescente, como querer hacer cabriolas en la madurez. Ha de fluirnos cada época a su manera y eso, sin que dejemos de ser unos activistas de la vida.
    Ese es mi mejor deseo para mis amigos.
    Un abrazo.

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